En esta entrada voy a reflexionar acerca de un artículo titulado “Nos empezamos a conocer unos a otros”, en el que se relatan los desafíos a los que se debe enfrentar una escuela para abordar el tema de la transexualidad, y las dificultades que tiene la alumna en el proceso de transición de género.
Laura, era una niña transexual que iba a acudir a un nuevo colegio, llamado Manhattan Country School (MSC), ubicado en la ciudad de Nueva York. Se inscribió allí porque en el anterior centro la presionaron para que saliera, puesto que iba a ir alguien que la conoció cuando aún estaba en el cuerpo de un niño. Querían que MSC fuese un lugar acogedor y seguro, en el que Laura pudiese ser ella misma; pero no estaban seguros si la comunidad educativa estaría abierta a hablar sobre la identidad de género, y tenían cierto miedo a la reacción de los estudiantes. Primeramente, decidieron que Laura estuviese en un aula con Sophia, quien se había declarado abiertamente lesbiana, y consideraban que sería un gran apoyo para ella.
Un día, el centro recibió la llamada de la madre de Sophia, informándole que ésta quería hacer una transición al género masculino, y que lo conveniente sería llamarlo por sus iniciales, SJ. El colegio estaba dispuesto a aceptar el reto, pero sabía que no iba a ser fácil. ya que iban a haber muchas preguntas y se necesitaría tiempo para que las personas se adaptasen y olvidasen.
Los maestros y maestras pasaron mucho tiempo hablando sobre los baños, todos eran unisex y había unos rótulos que indicaban quienes podían usarlos, si los niños o las niñas. Finalmente, decidieron eliminarlos.
En un principio, nadie se opuso a la idea de recibir estudiantes transgénero, y el alumnado expresaba entusiasmo y curiosidad al respecto. A medida que pasaron las semanas, esta situación dio un vuelvo, y los niños y niñas comenzaron a emplear la palabra trasngénero como un insulto.
Con la finalidad de que los alumnos y alumnas entendieran las diferencias entre sexo biológico, identidad de género, expresión de género e identidad sexual, Laura dio una charla reivindicativa, en la que habló acerca de la importancia de respetar y tratar a cada persona cómo realmente se siente; ser transgénero no define a un individuo.
Laura y SJ me recuerdan mucho a Laurence. Tienen algo en común, han tenido la valentía de salir de su zona de confort, de enfrentarse a las críticas y los prejuicios de la sociedad, a fin de luchar por el lugar que se merecen.
Ahora bien, como docentes, ¿cómo podemos gestionar un centro para que la enseñanza y el aprendizaje sea inclusivo?.
Vivimos en un mundo heterogéneo, en el que convivimos con personas de diferentes culturas, capacidades, orientaciones sexuales, géneros y medios socioeconómicos. Así pues, los sistemas educativos se enfrentan al reto de ofrecer una educación de calidad para todas las personas, independientemente de su nivel académico, lingüístico, étnico y social.
Hasta hace muy poco, la educación inclusiva ha sido entendida únicamente como una escuela que emplea normas y procedimientos para atender al alumnado con necesidades educativas especiales. Sin embargo, en la actualidad, en entendida como un proceso que permite abordar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los educandos.
No obstante, en la sociedad, nos encontramos con múltiples barreras (sociales, culturales, actitudinales, materiales, económicas, etc.) que impiden que vivamos en comunidad. Además, la barrera más fuerte es aquella que está arraigada a nuestras creencias más profundas, relacionadas con la visión que tenemos sobre las personas.
Por este motivo, es esencial una formación adecuada del profesorado, para que sean capaces de fomentar la inclusión y reducir cualquier tipo de discriminación que se produzca en el centro. La identidad de género puede ser incluida en el currículum a través de charlas informativas o actividades en las que se apoye al alumnado que se encuentra en esa situación.
Debemos escuchar las voces de los colectivos más vulnerables, conocer su entorno, respetarlo y entender sus diferencias como una riqueza, y no como un problema. Todos y todas tenemos el derecho a una educación digna y de calidad, en la que el respeto y la justicia social sean sus pilares básicos.
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