La tecnología está transformando la educación, dejando así atrás las formas tradicionales de enseñanza. Son cada vez más las escuelas que deciden incorporan herramientas digitales (tales como pizarras digitales, ordenadores, etc.) en sus aulas con el fin de acercar y mejorar la transmisión de conocimiento, haciendo que el aprendizaje sea más interactivo y entretenido. A su vez, permite fomentar la creatividad.
Eso sí, hay que tener en cuenta que la iniciativa de incluir la era digital en la educación viene dada de las compañías comerciales que pretenden encontrar así nuevos mercados para sus productos; y de gobiernos que procuran resolver los problemas de la educación pública. De esta manera, la tecnología se convierte en un objeto de distribución de información más allá de los intereses humanos y sociales, y puede ser peligrosa para los estudiantes si no se usa de forma correcta. Además, existe una distancia en cuanto a lo que los chicos y las chicas hacen en las escuelas con la tecnología y lo que hacen en su “tiempo de ocio”. A esto se le llama “ la nueva brecha digital”. Salvo para hacer algunas tareas escolares, muy pocos niños usan la tecnología para algo que se parezca al aprendizaje escolar. Vivimos en un mundo donde los medios de comunicación poseen un gran impacto en la educación de los individuos. Estos son empleados con el fin de entretener a la sociedad, pero a través de ellos se transmiten multitud de ideas, valores y roles que pueden producir un efecto negativo en la concepción de la personalidad y la identidad. Hacen creer que sólo existe una realidad única. Las tecnologías han supuesto una revolución social, y no es raro observar a niños y niñas de una edad temprana con móviles, tabletas, ordenadores, etc. Gracias a Internet y sus buscadores se puede obtener información acerca de diversos temas con un solo clic. Los adultos no suelen poner atención a los mensajes que se transmiten. Sin embargo, sin darnos cuenta, por medio de ellas están adquiriendo una ideología, en muchos casos, de desigualdad y violencia.
Algunos argumentos sostienen que los videojuegos suponen complejos procesos de aprendizaje, que producen un aprendizaje significativo. Pero, a su vez, hay que ser precavidos, ya que los videojuegos muchas veces se encuentran separados por sexos, colores (rosa para las niñas y azul para los niños), profesiones y ocupaciones que avivan los estereotipos. Los juegos de niñas siempre están relacionados con el hogar, la maternidad, la belleza y las ocupaciones domésticas. Los de los niños, en cambio, se relacionan con los guerreros, los coches, la construcción, la competición, etc. Esto hace que crean que los hombres son superiores a las mujeres, ya que ellas únicamente sirven para las tareas relacionadas con el hogar y ellos son los que se socializan fuera de casa. También fomenta en los niños una actitud agresiva, violenta y competitiva. Tampoco es raro que se sientan frustrados o diferentes cuando tienen los mismos gustos que se supone que debe tener el sexo contrario. Por ello hay que dar la vuelta a la situación, comenzando desde la educación.
En el instituto todo está más marcado, más estructurado. En cambio, todo es más impredecible fuera. El centro educativo les debe dar esa seguridad, herramientas para interpretar, leer y ser críticos con lo que reciben desde fuera. Por este motivo, la investigación educativa no puede quedarse entre cuatro paredes, debe posibilitar espacios de encuentro, reflexión y cambio. Las escuelas tienen la responsabilidad de abordar la realidad de las vidas de los niños y niñas fuera de la escuela, lo cual incluye su participación en la cultura popular y sus usos de la tecnología. Tenemos que enseñarles a saber usarla adecuadamente. Para saber cuál es su vida fuera y cómo aprenden, los docentes han de salir y ponerse en el lugar de los estudiantes. Saber cuáles son sus motivaciones para proponer después proyectos de trabajo con los que se sientan protagonistas del aprendizaje. El dentro y el fuera se juntan cuando rompemos la idea de que el docente es el
que enseña y el/la alumno/a el/la que aprende. Es cierto que trabajar por proyectos es difícil. Es complicado poner de acuerdo a un sector de gente que tiene unos intereses o unas preocupaciones que otro no las tiene. Debemos romper con las restricciones en cuanto a la organización de tiempos, espacios, contenidos, relaciones, aprendizajes y evaluación y crear espacios de complicidad en el equipo de tal manera que el alumnado vea conexiones entre las asignaturas (interdisciplinariedad) y les sea útil para su vida fuera de la escuela Adaptar los modos de enseñar y aprender al mundo en constante cambio en el que vivimos y a lo que aprenden los jóvenes fuera de las aulas. Pueden, por ejemplo, hacer trabajos de investigación relacionado con lo que quieren estudiar o sobre aquello que les interese y crear una página web o editar un video. Para ello debemos educarlos antes en las tecnologías. Enseñarles algunas reglas que deben seguir para evitar riesgos. Es importante que en el centro escolar se establezca un horario en referencia al tiempo que pueden dedicar a estar frente a la pantalla del ordenador e instalar programas protectores que busquen sitios web seguros. Tenemos que informarles acerca de los riesgos que supone facilitar información personal o enviar datos personales y que lo mejor es utilizar seudónimos. Considero que también es conveniente que en el centro haya charlas dirigidas a las familias para que ellas también estén al día con estos temas.
En resumen, podemos decir, que debido a la aparición de los alfabetismos múltiples (canales, medios de comunicación, tecnología) debemos reconsiderar el proceso de enseñanza y aprendizaje. En el currículo ha de incluirse competencias tales como “el tratamiento de la información y competencia digital” que permitan al alumnado, no solo adaptarse al mundo del trabajo, sino participar en todos los aspectos de la sociedad. Utilizar las tecnologías para desarrollar destrezas centradas en el uso personal, social y cultural de herramientas y lenguajes que permitan pensar, actuar e interpretar el mundo desde una concienciación que les haga ser más autónomos.